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24 de Marzo: Día de la memoria por la verdad y la justicia

EL Golpe Militar

En 1979, en una entrevista periodística, el dictador Jorge Rafael Videla dijo una frase que con el tiempo se volvió tristemente célebre: «Le diré que frente al desaparecido en tanto este como tal, es una incógnita, mientras sea desaparecido  no  puede  tener  tratamiento  especial, porque no tiene entidad. No está muerto ni vivo… Está desaparecido» (1). La palabra  «desaparecido»,  tanto en Argentina como en el exterior, se asocia directamente con  la  dictadura  de  1976,  ya  que  el  terror  estatal tuvo  como uno  de  sus  principales  mecanismos  la desaparición sistemática de personas.

El  término  «desaparecido» hace  referencia,  en primer lugar, a aquellas personas que fueron víctimas del dispositivo del  terror estatal, que  fueron secuestradas, torturadas  y,  finalmente,  asesinadas por  razones políticas y cuyos cuerpos nunca  fueron entregados a sus deudos  y,  en  su  gran  mayoría,  todavía  permanecen desaparecidos.

Otras dictaduras de Latinoamérica y el mundo también secuestraron, torturaron y asesinaron por razones políticas, pero no todas ellas produjeron un dispositivo como la desaparición de personas y el borramiento de las huellas del crimen. Lo específico del terrorismo estatal argentino residió en que la secuencia sistematizada que consistía en secuestrar-torturar-asesinar descansaba  sobre  una matriz  cuya  finalidad  era  la  sustracción de la identidad de la víctima. Como la identidad de una persona es lo que define su humanidad, se puede afirmar que la consecuencia radical que tuvo el terrorismo de Estado a través de los centros clandestinos de detención fue la sustracción de la identidad de los detenidos, es decir, de aquello que los definía como humanos.

Para  llevar adelante esta sustracción, el  terrorismo de Estado implementó en los campos de concentración una metodología específica que consistía en disociar a las  personas  de  sus  rasgos  identitarios  (se  las  encapuchaba y se  les asignaba un número en  lugar de su nombre); mantenerlas incomunicadas; sustraerles a sus hijos  bajo  la  idea  extrema  de  que  era  necesario  interrumpir  la  transmisión de  las  identidades  y, por último, adueñarse hasta de sus propias muertes.

Los captores no sólo se apropiaban de  la decisión de acabar con la vida de los cautivos sino que, al privarlos de  la posibilidad del entierro,  los estaban privando de  la posibilidad de  inscribir  la muerte dentro de  una historia más global que  incluyera  la historia misma de la persona asesinada, la de sus familiares y la de la comunidad a la que pertenecía. Por esta última razón, podemos decir que la figura del desaparecido encierra la pretensión más radical de la última dictadura: adueñarse de la vida de las personas a partir de la sustracción de sus muertes.

Por  eso,  cada  acto  de  los  cautivos  tendientes  a restablecer su propia  identidad y a vincularse con  los otros en situación de encierro  resultó una  resistencia fundamental  a  la política de desaparición.  Lo mismo ocurre cada vez que se  localiza a un niño apropiado, hoy  adulto,  y  cada  vez  que  se  restituye  la  identidad y  la  historia  de  un  desaparecido.  El  Equipo  Argentino de Antropología Forense (EAAF) se destacó desde muy  temprano en  la búsqueda e  identificación de  los cuerpos de  los desaparecidos que  fueron enterrados como NN. El EAAF posee un banco de datos que, en este momento, articulado con el Estado nacional, continúa permitiendo el encuentro entre los familiares y los cuerpos de las víctimas.

Estas,  son  formas  de  incorporar  a  los  desaparecidos  a  la  vida  y  a  la  historia  de  la  comunidad,  son modos de  torcer ese destino que, según  las palabras de Videla, era sólo una «incógnita».

(1)   La declaración de Videla está tomada de Noemí Ciollaro, Pájaros sin luz,  Buenoa Aires, Planeta, 1999. Fue  reproducida en  los medios de comunicación el 14 de diciembre de 1979.

Fuente: www.http://educacionymemoria.educ.ar/

Foto Infobae

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